El sentimiento de culpa es un estado de disgusto hacia nosotros mismos cuando creemos que un tercero ha salido perjudicado por nuestros actos. El objetivo del sentimiento de culpa es la reparación, es decir, hacer algo que repare el daño que presuntamente hemos causado.
A pesar de su mala fama, es un sentimiento necesario, ya que nos pone límites, y nos hace respetar los derechos de los demás.
Sin embargo, todos sabemos que hay ocasiones en las que «sabemos» que no nos debemos sentir culpables, y sin embargo no podemos evitarlo. ¿Por qué?

Partiremos de la base de que el ser humano es un sistema complejo de la naturaleza, y todo lo que permanece en un sistema es porque está sirviendo para algo, pero ¿Para qué podría estar sirviendo esta culpa aparentemente irracional?

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Pongamos un ejemplo, pensemos en Juan, un hombre que ha enviudado hace unos meses. Durante la enfermedad de su mujer se sintió culpable por no poder «salvarla», y ahora, cuando han pasado unos meses de su muerte, sale con sus compañeros de trabajo a cenar, y se lo está pasando bien, cuando de repente, se da cuenta de que está disfrutando, automáticamente se siente culpable, deja de sonreír, se despide (o no) de sus amigos, y se va a su casa. ¿Qué ha pasado?
Esta situación será más comprensible para nosotros si conocemos lo que es la culpa defensiva. En principio pueden parecer términos antagónicos, ¿puede la culpa protegernos de algo? La respuesta es sí. La culpa puede protegernos del sentimiento de impotencia ante una realidad dolorosa.
Este es un concepto muy estudiado y comprobado en niños maltratados, los cuales forman una imagen de sí mismos como inadecuados y merecedores del castigo, porque genera muchas más ansiedad pensar que los padres, que son los que le tienen que proteger a uno le maltratan, que pensar que el culpable es uno, y que cuando seamos buenos, no nos pegarán más. Es más llevadero ser un pecador en un mundo gobernado por Dios que vivir en un mundo gobernado por el diablo. Nos resulta más doloroso sentir que no tenemos ningún control sobre las cosas malas que nos pueden pasar, que sentir que somos malos.

Entonces, volviendo al caso de Juan, podemos entender que cuando su mujer enfermó, para él era menos doloroso pensar que había algo que podía hacer y no lo estaba haciendo (lo cual le generaba culpa) que asumir que no había nada que él pudiera hacer para salvar la vida de su mujer. Ahora mismo, también necesita seguir sintiendo que todavía hay algo que puede y debe hacer, por lo que cuando se sorprende a sí mismo divirtiéndose se siente culpable por no estar haciéndolo.

Poco a poco Juan podrá ir asumiendo la realidad en la que vive y su falta de control para recuperar la vida de antes. Esto en un principio generará un gran dolor, pero poco a poco podrá ver que todavía tiene elementos en su vida que le permiten construir una vida con sentido y que merece la pena ser vivída. El dolor, la pena y el sufrimiento es algo inevitable cuando perdemos a un ser querido, pero la culpa no, la culpa está al servicio de la fantasía de control.

Por supuesto, la culpa defensiva no explica todas las situaciones en las que sentimos culpa, pero es un concepto a tener en cuenta cuando nos enfrentamos a un sentimiento de culpa que por otro lado reconocemos como injusto.

Comentarios(1)

  1. andrea

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    Muy interesante artículo, la culpa defensiva es un mecanismo psicológico complejo, pero como bien comentas, en muchas situaciones sirve de escudo ante situaciones que emocionalmente pueden desbordar a la persona.

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