Cuando una persona piensa o intenta suicidarse, siempre lo hace para eliminar el dolor. Está sufriendo un gran malestar emocional e intenta realizar una conducta para acabar con él. Además, el 75% transmite advertencias previas y conocemos algunas de las señales que nos pueden ayudar a identificar que una persona tiene ideaciones suicidas. No se debe banalizar ni trivializar expresiones contextualizadas como “no aguanto más”, “no deseo seguir viviendo”, u otras más sutiles, aunque con el mismo significado como “mi familia estaría mejor sin mí”, “estoy muy cansado”.

 

Cabe destacar que cada 40 segundos, una persona se suicida en el mundo (OMS); en España, cada día se quitan la vida 10 personas, y en la Comunitat Valenciana (según la Generalitat) en 2020 hubo 430 suicidios.

 

Podemos hablar de factores de riesgo (no tener una red social, sentirse aislado, tener una autoestima baja, alguna enfermedad mental o física, etc.)  y de algunos comportamientos o palabras que nos pueden dar pistas como, por ejemplo, expresar que tienen sentimientos de que es una carga, o si tras un periodo de depresión de repente se muestran muy tranquilos o contentos; realizar ciertas búsquedas en internet, alejarse de algunas personas y cesar actividades habituales, acumular medicamentos, si empiezan a no dormir o a dormir en exceso, hacer un testamento, así como atender algunos asuntos propios del final de la vida, entre otros.

 

Por otra parte, también cabe señalar algunos factores de protección que puede tener una persona para trabajar desde un principio como son el apoyo familiar, que sienta cohesión grupal y que perciba que tiene un apoyo social porque así, tendrán a quién acudir en busca de ayuda. Otro de los aspectos importantes es el de saber reconocer y comunicar las emociones y saber resolver los problemas de una manera adaptativa o positiva. Algunos valores como el respeto, la amistad, la cooperación, las creencias religiosas también pueden actuar como elementos de protección frente al suicidio.

 

Hay que evaluar, detectar y detener estas situaciones desde la prevención. Además, la población está sobremedicada. En España se consumen 2 millones de ansiolíticos al día con la intención de solucionar desequilibrios emocionales”, y sabemos que “numerosos estudios demuestran que la terapia psicológica reduce significativamente el consumo de psicofármacos”.

 

Lo que está claro, es que pase lo que pase, “cualquier amenaza o referencia al suicidio, hay que tomarla en serio. Y no se puede culpabilizar ni a la persona que intenta o que consuma el suicidio, ni a las personas cercanas”.

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